El viajero de la taiga

tres andarríos bastardos fotografiados en ses Feixes.CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat

Archibebes y andarríos son los nombres populares de dos pequeños grupos de aves de humedales que no siempre son fáciles de identificar, sobre todo si se observan por separado, sin posibilidad de comparar sus tamaños, picos, tono de las patas y plumajes. Y la diferencia entre estos dos grupos, en realidad, no tiene frontera, porque lo cierto es que varias de las especies que se conocen como andarríos pertenecen al género Tringa, el nombre vulgar de los archibebes, con los cual podría decirse que los andarríos son archibebes, a excepción del andarríos chico (Actitis hypoleucos), el único de su género presente en Eivissa y Formentera. 

En todo caso, lo habitual es que los aficionados a la ornitología, al ver alguna de estas pequeñas aves del limo, comiencen por intentar distinguir si es archibebe o andarríos, y no suele ser sencillo. Desde marzo y durante todo el mes de abril—principalmente en la laguna creada hace poco más de un año en ses Feixes— han podido observarse ejemplares de la especie Tringa glareola, que, aunque pertenece al grupo de los archibebes por su género, lleva el nombre de los andarríos; en concreto, esta ave de preciosos tonos grises, recibe la curiosa denominación de andarríos bastardo. No nidifica en Eivissa y Formentera, pero siempre puede verse algún individuo durante los pasos migratorios, y ahora está regresando desde sus áreas de alimentación invernal en el África subsahariana hacia sus lugares de nidificación en el norte de Europa. Su área de distribución es muy amplia, ya que se reproduce tanto en buena parte del norte de Europa hasta el norte de Mongolia, y se caracteriza por alcanzar incluso el círculo polar ártico y ser ave que habita turberas, la infinita tundra y hasta los bosques boreales de la taiga. 

Para todos esos individuos que llevan a cabo tan espectaculares viajes migratorios, las islas representan magníficos puntos de descanso, áreas en las que alimentarse para continuar el viaje. Y, mientras tanto, los andarríos bastardos van adquiriendo los pequeños detalles que muestran en su plumaje que ha llegado la época de reproducción. Lo cierto es que en este andarríos en particular las variaciones no son llamativas, pero en su plumaje nupcial desaparecen los tonos pardos para volverse más gris y oscuro y aumenta el número de esas pequeñas manchas que pueden observarse en el pecho del ejemplar de la derecha de la fotografía. 

Volviendo a su curioso nombre de andarríos bastardo, hay ornitólogos que consideran que tal vez ese apelativo de ‘bastardo’ debería actualizarse y cambiarse. Así se recoge, por ejemplo, en una entrada sobre esta especie en la web del grupo local de SEO/Birdlife en Barcelona, donde uno de sus ornitólogos propone el término de andarríos mediano para dar a entender que se encuentra entre otros dos andarríos, el chico y el grande. 

Ni los andarríos ni los archibebes son las aves más espectaculares de los humedales, pero las motas de su plumaje y los patrones de grises, pardos y blancos de sus plumas—que sirven también para diferenciar las especies— son de una sutil belleza en la que vale la pena fijarse. También merece al menos unos minutos de observación el andar incansable del andarríos bastardo por la charca en busca de alimento, así como el gracioso y continuo balanceo que realiza al detenerse y mirar a su alrededor, moviendo el cuerpo mientras su cabeza permanece quieta, un comportamiento muy típico de los andarríos.

LA CLAVE. VALONA

En catalán, el andarríos bastardo es conocido como valona. Desde marzo y durante todo el mes de abril, cuatro ejemplares han convertido la pequeña laguna creada hace algo más de un año en ses Feixes en su área de descanso antes de seguir viaje hacia el norte. 

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Las piedras sagradas de Cap des Llibrell

la niebla envuelve las tres rocas de cap des Llibrell.CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat

Los arqueólogos denominan betilo a una gran piedra erguida, un hito, que señala el emplazamiento de un lugar dedicado a alguna divinidad. En algunas culturas también hacía referencia a los restos de algún meteorito. El término, en definitiva y en trazos generales, alude a una gran piedra sagrada. Y procede del griego baitulus y del semítico beth-el, que significa templo de dios. 

En es cap des Llibrell, el imponente cabo que se encuentra entre salt d’en Serrà (sòl d’en Serra) y Cala Llonga, no hay uno sino tres betilos, tres grandes rocas como menhires que se aprecian grandiosas desde el mar y que podrían haber sido el motivo por el cual los fenicios escogieron el lugar para fundar un santuario. 

En este caso, los betilos son tres grandes monolitos naturales de piedra caliza, de tonos claros y matices grises, que resaltan en el acantilado sur de cap des Llibrell. Desde la cala, las rocas ofrecen una singularidad remarcable a la silueta de la montaña. Sin embargo, en ese perfil observado desde salt d’en Serrà se distinguen sólamente dos ‘betilos’, y ese es el número que figura en la mayor parte de la información que puede encontrarse tanto del cabo como del yacimiento. Desde el mar, la perspectiva cambia, las rocas resultan más impresionantes si cabe y puede distinguirse una tercera formación que se ocultaba detrás de la roca que se halla más arriba, aunque es menos elevada y, por tanto, menos espectacular. 

Dos o tres, lo cierto es que estos monolitos de roca caliza a medio acantilado se suman a la amplia panorámica de la isla que ofrece el lugar para explicar la elección del emplazamiento como santuario. Un santuario en el que se ofrecían sacrificios de animales y sobre el que incluso se ha especulado que podría haber acogido también sacrificios humanos, aunque no se ha encontrado prueba alguna de ello. Se conserva —en la colección del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera— parte del altar, fragmentado en varias piezas y con dos de ellas representando dos cabezas de león, datadas entre los siglos III-II antes de Cristo. Estos leones son una de las pistas que apuntan a que el templo estaba dedicado a la diosa Tanit, ya que este felino es habitual en la iconografía de la diosa cartaginesa, que puede aparecer, en su carácter más guerrero, representada a lomos de un león o con cabeza de león; en el Museo Nacional del Bardo, en Túnez, se exhibe una Tanit con cabeza de leona, junto a una estatua de su consorte, el dios Baal Hammon, y varias estelas del símbolo de la diosa con signos astrales. En el yacimiento de cap des Llibrell se hallaron, asimismo, diversas lucernas que eran, posiblemente, “ofrendas votivas”, según puede leerse en el apartado sobre las funciones de los edificios del informe realizado por el arqueólogo Joan Ramón Torres sobre el recinto púnico de cap des Llibrell. Por otra parte, se considera que el santuario funcionó hasta la época romana imperial; al parecer, sobre sus restos se erigió otro lugar sagrado que fue usado hasta el siglo III después de Cristo.

En la península de es cap des Llibrell existen dos cimas, es puig de ses Torretes y es puig des Castellar. Al parecer, el nombre más antiguo, que lo englobaba todo, era el segundo, que hoy ha quedado limitado a la cima más baja. Y aunque es fácil establecer la conexión entre el nombre del primero de ellos y las grandes rocas calizas, los gigantes del acantilado, el experto en toponimia Enric Ribas advierte que tampoco aquí hay ninguna referencia histórica que lo pruebe. 

LA CLAVE. CUATRO DÉCADAS

El yacimiento de cap des Llibrell no fue excavado hasta el año 1984, después de que varias personas comunicaran a arqueólogos de la isla que en el acantilado había restos de construcciones y también de cerámica que valdría la pena estudiar. 

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El jaramago y las gaviotas

ejemplar de ravenissa en Cala Tarida.CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat

Existe una conexión entre la dispersión de la ravenissa d’Eivissa y las gaviotas patiamarillas y se considera que son estas aves las que han hecho posible que la planta haya colonizado muchos islotes y puntos del litoral pitiuso. Científicos de la Estación Biológica de Doñana y del Institut de Ciències del Mar presentaron hace dos años una investigación que revelaba cómo las gaviotas eran capaces de dispersar semillas tras comérselas directamente o ingerir otras pequeñas aves que previamente se habían alimentado de plantas. Este estudio se realizó en Barcelona y ponía de manifiesto la capacidad de estas aves para dispersar especies de flora invasora, pero sirve también para validar la teoría de la dispersión de plantas desde las islas hasta los islotes usando a las aves marinas como vehículo. 

Además, hay una segunda conexión entre este jaramago (o rabaniza) endémico de las Pitiüses y las gaviotas más omnipresentes de las islas; la ravenissa d’Eivissa “se puede considerar una especie nitrófila, ya que en algunas poblaciones se encuentra creciendo en lugares con notable aporte de sustancias nitrogenadas procedentes de aves marinas”, según extraemos de un trabajo realizado por los ecólogos Javier Rodríguez Pérez y Anna Traveset sobre flora de litoral. Es decir, las gaviotas no sólo pueden tener un papel importante en la dispersión de semillas con sus excrementos sino que esos mismos excrementos pueden servir para aportar nitrógeno al suelo en el que esas plantas crecen. Conexiones de la naturaleza. 

La ravenissa d’Eivissa —con el largo nombre científico de Diplotaxis ibicensis (Pau) Gómez Campo— es una especie endémica que no sólo puede encontrarse en Eivissa y Formentera, sino que también existen poblaciones menos extensas en Mallorca, Cabrera y algunos puntos de Alicante. Pertenece al grupo de los jaramagos y, más concretamente, al grupo más antiguo del género, junto al jaramago de Alborán y otras dos especies. En un trabajo de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía sobre la flora terrestre de la isla de Alborán (firmado por Juan F. Mota y otros siete autores) se señala una curiosa distribución geográfica de estas plantas “que permite trazar una línea desde Marruecos y Argelia hasta las Baleares, pasando por el Sureste ibérico”. Esta distribución “sugiere que la crisis de salinidad del Messiniense y la desecación del Mediterráneo pudieron desempeñar un importante papel en la génesis y especiación de sus integrantes”.

Diplotaxis ibicensis es una rabaniza ligada a las comunidades de litoral, que crece en acantilados, dunas y zonas marítimas de sabinar y florece ya antes de que se inicie la primavera para secarse al inicio del verano. Es un jaramago alto, que puede elevar sus flores sobre tallos de más de medio metro. Sus flores—de cuatro pétalos muy redondeados que se agrupan en esferas como botones ibicencos— miden alrededor de un centímetro y son algo más grandes que las de otros jaramagos, rabanizas o rabanillos que pueden encontrarse en las islas. Por otra parte, hay que destacar que esta rabaniza amarilla endémica es una especie de especial interés en la Directiva Hábitats de la Unión Europea. También está protegida por el convenio de Berna y figura como especie de interés especial en el Catàleg Balear d’Espècies Amenaçades i d’Especial Protecció de Balears. 

LA CLAVE. PROYECTO BIOLITORAL 

La rabaniza ibicenca es una de las dos especies —junto al endemismo mallorquín Silene migjornensis— estudiadas en un proyecto que llevan a cabo investigadores de la Universitat de les Illes Balears (UIB). El proyecto, denominado Biolitoral, tiene como objetivo conocer mejor su biología, así como la red de polinización asociada y la diversidad genética de las poblaciones. Y las dos especies han sido escogidas por tratarse de endemismos especialmente vulnerables a la presión antrópica a la que están sometidas. 

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Un tapiz de estrellas en el bosque

el musgo de estrellas es frecuente en las zonas umbrías de los pinares.CAT

Cristina Amanda tur @territoriocat 

Los briófitos (o briófitas) son un tipo muy especial de plantas que no disponen de  un sistema de tejidos conductores tan complejo como las denominadas plantas vasculares, las más conocidas. Han sido considerados a lo largo de los años como ‘plantas menores’ y suelen pasar desapercibidos para los aficionados a la naturaleza y la botánica. Y, sin embargo, existen más de 19.500 especies, y 12.000 de ellas son musgos, esos tapices verdes que a veces aún se usan para decorar el suelo de los belenes aunque hoy sabemos que es una práctica muy perjudicial para la salud del ecosistema del bosque. 

Los musgos no parecen plantas espectaculares, pero es una cuestión de perspectiva —cuestión de tamaño—, porque si bajas hasta el suelo y observas, por ejemplo, los detalles del tapiz de intensos tonos verde claro que forman los musgos del género Tortella, descubrirás que las estrellas no sólo están en el cielo. Los musgos Tortella son muy abundantes en las zonas sombrías de los bosques, bajo los pinos de Eivissa y Formentera, y en los lindes entre campos y bosques, siempre que tengan sombra y puedan conservar durante buena parte del día la humedad de la noche y el rocío de la mañana. 

En el libro Guía de campo: briófitos de los bosques ibéricos, publicado el año pasado por la editorial del CSIC, el biólogo Jesús Muñoz resalta el interés que los briófitos pueden tener como indicadores del cambio climático en los bosques, ya que en estas comunidades, muy características de bosques mediterráneos, “es fácil notar si la composición de especies varía en un periodo relativamente corto de tiempo. Esto sería mucho más difícil de detectar con las especies arbóreas e incluso con los matorrales, ya que las sabinas o carrascas adultas, o las matas de tomillo añosos, pueden resistir cambios profundos durante largos periodos sin dar señales claras de que algo vaya mal.” Para ello, por supuesto, habría que conocer la composición actual de especies de briófitos. 

En Balears, la conselleria de Medi Ambient I Territori publicó en 2020 el Llibre Vermell del Briófits Amenaçats de les Illes Balears, elaborado por Llorenç Sáez y en el que se señala, asimismo, que este grupo de plantas tampoco “ha recibido mucha atención en los programas de conservación”. Destaca su fragilidad ante la destrucción de hábitats que están sufriendo las islas y su especial vulnerabilidad por su necesidad de ambientes húmedos. En este libro se cita en especial un musgo del género Tortella (Tortella mediterranea) encontrado sólo en Mallorca, Croacia y Grecia pero que podría encontrarse en otras islas. Cita otras siete especies del género, seis de ellas presentes en Eivissa y cuatro en Formentera. 

La especie más abundante y más conocida de estos musgos de estrella –este es, de hecho, su nombre popular— es T. squarrosa, y aunque se encuentran numerosas citas que la diferencian de Pleurochaete squarrosa, Jesús Muñoz aclara que se trata de la misma especie.

Respecto a lo que hoy conocemos sobre los musgos de Eivissa en general, probablemente el último y más intenso trabajo que se ha realizado para el conocimiento briológico de la isla sea el estudio que los investigadores Montserrat Brugués, Elena Ruiz, Anna Barrón y el citado Llorenç Sáez llevaron a cabo en el año 2008. En él, gracias a la serie de recolecciones realizadas en una docena de localizaciones, se llegó a la conclusión de que en la isla existen al menos 80 especies de musgos. 

LA CLAVE. MICROVIDA EN RIESGO

Coger musgos —molses en catalán— en los bosques y campos para decorar un terrario o el belén navideño es una práctica que provoca daños a los ecosistemas, ya que estas plantas realizan una función muy importante en ellos. Por ello, su recolección está prohibida. De hecho, no son extraordinarias las incautaciones de la Guardia Civil de extracciones masivas de musgo para la venta. Las extracciones más pequeñas, realizadas por particulares, son más difíciles de descubrir y, por ello, es necesario que los ciudadanos conozcan la importancia que los musgos tienen para retener agua en los suelos y reducir su erosión; muchos microorganismos dependen de estos tapices húmedos.  

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No son terroristas; es la resistencia

protesta de Extinction Rebellion en el aeropuerto de Eivissa.CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat

La sentencia es histórica. Un auténtico hito en la lucha contra el cambio climático. Un grupo de mujeres mayores de Suiza, agrupadas en la Asociación KlimaSeniorinnen, ha conseguido que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condene a su país por no adoptar las medidas necesarias para detener el cambio climático y paliar sus devastadores efectos. Con el argumento de que Suiza no protege de manera eficaz a sus ciudadanos al no prestar la atención debida a la aplastante evidencia científica de que nuestra forma depredadora de vida se está cargando el planeta y sus habitantes, ellas han hecho historia. Y han abierto unas ventanas por las que ahora entra una brisa fresca de esperanza. Varias de estas mujeres, por cierto, sufrieron problemas de salud asociados a períodos de olas de calor provocadas por el calentamiento global (en Eivissa, por aportar un dato local, murieron 41 personas en 2022 por las elevadas temperaturas, según un estudio publicado en Nature Medicine). 

Esta victoria histórica del activismo climático abre ventanas y también plantea preguntas muy sanas. ¿Qué pasará ahora? ¿Qué significará para el activismo el fallo del TEDH? ¿Otras organizaciones de otros países se animarán a denunciar a sus gobiernos con el mismo argumento? ¿Iniciamos por fin la revolución por el clima? 

No podemos olvidar que en España, los activistas climáticos, organizaciones como Extinction Rebellion, Futuro Vegetal y la Rebelión Científica, son tratados como terroristas. No podemos olvidar que las acciones que estos colectivos han llevado a cabo en Eivissa para denunciar actividades altamente contaminantes —para llamar la atención sobre el derroche obsceno de cruceros, súper yates y jets privados— han sido calificadas de terrorismo y delincuencia por los adictos al dinero, los adoradores de dioses de neón. Por los mismos del discursito estúpido y trasnochado de: “si vienen menos turistas vamos a comer algarrobas”. No olvidemos que incluso representantes políticos, columnistas y pseudo-periodistas al servicio del sector turístico han intentado callarlos con el cansino cuento habitual del daño que supuestamente cualquier cosa inflige a la imagen de la isla. ¿Qué creéis que daña más la imagen de la isla, que un grupo de activistas echen pintura sobre un jet privado o las noticias sobre las operaciones por trata de mujeres como esclavas, el narcotráfico asociado al negocio del ocio y las muertes de turistas borrachos que se precipitan de los balcones? Y lo digo porque no he escuchado jamás a nadie del Consell ofrecer su ‘postura oficial’ ante temas tan graves y, en cambio, sí han tenido a bien obsequiarnos con su posicionamiento oficial sobre quienes sólo intentan que no perdamos de vista lo que está en juego ante la emergencia climática. Por cierto, de las muertes derivadas de las cada vez más frecuentes olas de calor, ¿han dicho algo? ¿Han dicho algo de los 41 muertos de 2022, de esos muertos que también son consecuencia de la falta de políticas destinadas a afrontar los efectos del calentamiento global? 

A los activistas climáticos los han llamado gamberros o terroristas; han intentado arrinconarlos, callarlos y menospreciar su discurso… Y todo por manifestaciones pacíficas y por tirar algo de pintura a un barco y a un jet privado. No lo olvidemos. ¿Qué es un poco de pintura en un puñetero avión mientras Eivissa, emponzoñada, se erige en símbolo del lujo contaminante? Mientras se destruyen ecosistemas y perdemos biodiversidad. Mientras el calor extremo se lleva por delante a los más débiles. 

La inacción climática va en contra de los Derechos Humanos. Eso es lo que nos dice la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. ¡El mismísimo Tribunal Europeo de Derechos Humanos! ¿Quién es, entonces, el terrorista?

No, los activistas por el clima no son terroristas; son la resistencia. La fuerza contra el lado oscuro en el que el planeta se está sumiendo. Son la Libertad guiando al pueblo del cuadro de Delacroix. Son la metáfora liberadora que más te guste. 

Y yo, desde aquí, sólo puedo dar las gracias a esas mujeres suizas que han doblegado a un país, que han conseguido que se reconozca que no hacer nada sí que es un delito. Dar las gracias también a los miembros de Extinction Rebellion y la Rebelión Científica que hacen ruido desde Eivissa y muestran al mundo que aquí, en la isla, no todos adoramos a dioses de neón. La pluma, el micrófono o la herramienta —o arma— de la que pueda disponer como periodista sólo pueden estar al servicio de la resistencia, porque son la ciencia y la salud de los ecosistemas los que la avalan. 

(Artículo de opinión publicado también en Diario de Ibiza )

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El registro del Antropoceno en un coral

Colonia de Cladocora caespitosa a 15 metros de profundidad en s’Espartar.CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat 

Hace más de dos décadas, el químico neerlandés y premio Nobel Paul Crutzen popularizó el término Antropoceno para referirse a una nueva era geológica que daría por cerrado el Holoceno y que se caracterizaría por las profundas transformaciones en el planeta que provocan las actividades humanas. Desde entonces, los científicos buscan el registro que indique la fecha exacta del inicio de esa nueva era y, con ello, las pruebas que le den validez. Y ahora, una investigación —cuyos resultados han sido publicados en Science of the total Environment— ha encontrado, por primera vez, el registro de la quema de combustibles fósiles en esqueletos de madrépora mediterránea (Cladocora caespitosa), una especie emblemática de los fondos marinos de las islas y abundante en Eivissa y Formentera. 

En la investigación ha participado el investigador Diego Kersting, del Instituto de Acuicultura de Torre de la Sal (CSIC), quien, en declaraciones al programa Nautilus de IB3 ràdio, explicaba que “este coral es el único que puede formar arrecifes en el mar Mediterráneo. Crece muy lentamente y va registrando en su esqueleto las condiciones del medio ambiente. Es decir, tanto la temperatura, por ejemplo, como el estado de salud del coral. Y en este caso, ha registrado también partículas contaminantes”. De hecho, los corales son un archivo natural usado de forma habitual en estudios paleoclimáticos, y aunque se han empleado para reconstruir el pasado climático —datos de temperatura o condiciones químicas del agua— es la primera vez que se buscan y se encuentran en corales partículas contaminantes (más allá de microplásticos). En concreto, los esqueletos de madrépora analizados fueron recogidos en la reserva marina de Islas Columbretes, en un arrecife considerado centinela del cambio climático. En él, según destaca Kersting, “llevamos más de veinte años estudiando el efecto del aumento de la temperatura del agua sobre los organismos y también trabajamos con otros temas relacionados con el cambio global, como el impacto de las especies invasoras”. 

Respecto a las pruebas del Antropoceno registradas en los corales, el científico detalla el hallazgo: “las partículas que hemos encontrado se denominan partículas carbonosas esferoidales y son unas partículas que se originan, concretamente, cuando se queman combustibles fósiles. Por esta razón, se han propuesto como marcadores del inicio de la época geológica del Antropoceno. En el caso de los corales de Columbretes, hemos empezado a encontrar estas partículas en los años 50 del siglo pasado, a partir de 1950”. Estos datos, con registros de contaminación que se prolongan a lo largo de las décadas, concuerdan, además, con los obtenidos en otras mediciones de contaminación, “en los sedimentos de los lagos, en sedimentos marinos o incluso en núcleos de hielo”. Los corales representan el único archivo natural usado por la paleoclimatología en el que no se habían encontrado estos marcadores de contaminación. “Es uno de los candidatos a ser un marcador universal de la era del Antropoceno, que ahora mismo está en discusión. Es decir, se está evaluando cómo se ha de marcar y cómo se ha de describir esta época para ver si finalmente se acepta como era geológica”, concluye Diego Kersting, investigador en este estudio en el que han participado también el University College London y la Universidad de Leicester  (Reino Unido). 

LA CLAVE. SUPERVIVIENTE DEL PLIOCENO

La madrépora mediterránea es un coral pétreo antiguo —un superviviente del Plioceno— que se encuentra en la categoría de especie en peligro en la lista roja de los invertebrados marinos de Balears y en las listas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Es una especie, sin embargo, abundante en las Pitiüses y pueden destacarse las concentraciones de colonias en s’Espardell (en la reserva de es Freus), en s’Espartar o en sa Conillera, aunque las colonias más grandes del Mediterráneo se encuentran en islas Columbretes y en el parque nacional de Mljet (mar Adriático). 

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Las chinches con hombreras

Chinche con las antenas rectas en posición defensiva.CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat

Las chinches no son sólo esos pequeños insectos chupasangre que pueden dejarte el cuerpo como un cristo mientras duermes. El de las chinches —los hemípteros— es un amplio grupo en el que también se encuentran las cigarras y los pulgones y en el que la mayoría, en lugar de sangre, chupan jugos vegetales, como la savia de muy diversas plantas. Dentro de los hemípteros, las chinches han formado un grupo particular cuya denominación clásica es la de heterópteros (una categoría taxonómica hoy discutida). En cualquier caso, con el nombre común de chinches hay una gran diversidad de insectos, algunos de ellos acuáticos, y con características comunes que pueden resumirse en tener las alas anteriores parcialmente endurecidas, el aspecto de llevar una coraza (como si fueran escudos) y una forma peculiar de moverse parsimoniosamente sobre las hojas de las plantas, a veces con un balanceo que recuerda —con algo de imaginación— al de los camaleones sobre las ramas de los árboles.

Cuando se conocen las generalidades de las chinches, resulta sencillo identificarlas aun sin conocer las especies; es fácil reconocer a las chinches como tales, a pesar de su diversidad de tamaños y colores y las diferentes formas del ‘escudo’, que puede ser redondeado, anguloso o alargado.

Entre las chinches cuyo cuerpo es alargado debe destacarse el género Gonocerus, porque estos insectos han sido omnipresentes en casi todos los rincones de Eivissa y durante todos los meses desde el pasado verano, sin apenas detener su actividad en ningún momento. Estas chinches son abundantes en jardines y campos y es frecuente encontrarlos en las macetas. Prácticamente es imposible recoger una toalla o una manta que haya permanecido varios días en la hamaca de la terraza sin descubrir, al hacerlo, que entre sus pliegues se resguardan algunos individuos de diferentes especies de chinches. Y las de Gonocerus son fáciles de encontrar bajo las hojas de las salvias y junto a las flores de las cactáceas que ya han florecido. 

La explicación de la espectacular proliferación de estos insectos se halla en las elevadas temperaturas que la isla ha sufrido durante los últimos meses, que han llevado a muchos insectos a mantener su actividad en periodos en los que normalmente habrían entrado en diapausa, aunque otros factores podrían sumarse a este razonamiento. Y aunque en las islas existen al menos tres especies dentro del género Gonocerus, no siempre fáciles de distinguir, muchos de los ejemplares que pueden observarse ahora parecen ser de Plinachtus imitator, la chinche del lentisco, que imita a Gonocerus insidiator, la especie tipo del género, y sólo se distingue de ella por dos rayas supracefálicas (que pueden observarse en la imagen) y por la acusada forma de porra del último artejo de las antenas. 

La historia de este insecto resulta curiosa, porque se le ha puesto el nombre y la  fama de un imitador, pero lo cierto es que muchos expertos (y así aparece en infinidad de referencias) consideran a este hemíptero como otra variedad del género Gonocerus, por lo que, realmente no estaría imitando a la otra especie sino que, sencillamente, es de la misma familia con rasgos que la clasifican como un taxón distinto. Tampoco hay un motivo por el cual pueda explicarse que esta supuesta imitadora obtuviera beneficios de imitar a G. insidiator. En cualquier caso, es una especie muy extendida en las islas, en el sur de Europa y norte de África. 

LA CLAVE. INOFENSIVAS 

Aunque las chinches tienen mala fama, la mayoría de ellas no chupan sangre ni suponen un problema para el ser humano. Aunque, eso sí, muchas chinches, al sentirse amenazadas, son capaces de desprender un inconfundible y nauseabundo olor (es el caso de las chinches verdes o chinches hediondas, pero no así del género Gonocerus). 

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Las bolas de Neptuno y su mutación

los restos largos son toallitas con fibra de posidonia, colocados junto a bolas de Neptuno (las fibras redondeadas) CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat

Las hojas ya muertas de la posidonia que crean barreras en el litoral no son los únicos restos de la planta que hay que conocer. A las playas llegan también —sobre todo durante los temporales— unos aglomerados de fibras que son popularmente conocidos como bolas de Neptuno. Y para entender cómo se forman hay que tener unas nociones básicas de las partes de la posidonia: esta planta marina tiene un tallo modificado en forma de rizoma del que surgen las raíces y también las hojas. Cuando las hojas caen durante el proceso natural de la planta, al llegar el otoño, sus vainas quedan al descubierto, adheridas a esos rizomas. Con la erosión mecánica —corrientes y olas—, los rizomas van perdiendo las fibras vegetales, que se van enlazando entre ellas y formando esas bolas marrones que llegan a las playas durante todo el invierno, que son esféricas precisamente por esa misma acción erosiva que primero desprende las fibras de las praderas. Ocurre principalmente a partir del otoño y cuando llegan los temporales, y todo ello es parte de la dinámica de las playas de las islas; las egagrópilas de los rizomas de la planta o bolas de Neptuno acaban formando parte de una arena que es mucho más que partículas desagregadas de las rocas, porque también la conforman multitud de restos de diferentes organismos. 

Hasta aquí la parte bonita de la historia. Porque existe una segunda parte, una en la que la intervención contaminante del ser humano ha dado lugar a lo que podríamos llamar una mutación de las bolas de Neptuno, como si un cáncer afectara a los testículos del dios que cabalga sobre las olas. En zonas donde la costa sufre la invasión de toallitas que vecinos irresponsables lanzan a la red de alcantarillado—la bahía de Sant Antoni es el mejor ejemplo en las Pitiüses—, las fibras de posidonia encuentran una estructura a la que adherirse y forman unas ‘egagrópilas mutantes’, mitad fibra sintética mitad fibra orgánica. En toda la costa de la bahía de Portmany pueden encontrarse estos restos de posidonia unida a basura y es habitual que las personas más observadoras que pasean por el litoral se pregunten qué están viendo. Es la evolución de las bolas de Neptuno en la era del Antropoceno. 

Desde la organización Salvem sa Badia han insistido repetidamente en la necesidad de concienciar a residentes y turistas para que no arrojen toallitas (ni otros residuos) por los inodoros. En noviembre de 2022 iniciaron una campaña con pegatinas después de que la red de saneamiento de Caló de s’Oli colapsara por culpa de las intensas lluvias y miles de toallitas fueran vertidas al mar, provocando un desastre medioambiental. Un año después, los residentes siguen sin aprender.

Existe incluso una tercera parte de la historia. Y tampoco es bonita. Sorprendentemente, y a pesar de que la posidonia es una especie protegida que aporta grandes beneficios al ecosistema en todo su proceso, en plataformas de anuncios en internet y webs de tiendas de materiales artísticos pueden encontrarse anuncios de restos de la planta en venta. “Posidonia real seleccionada a mano para decoraciones”, se señala en uno de estos anuncios, “suministro ideal para creaciones de arte alternativo”. Todo resto natural —sea de posidonia o conchas de moluscos— cumple una función muy importante en el litoral, por lo que la mejor opción es dejarlo en su sitio. 

LA CLAVE. ATRAPAPLÁSTICO

En 2021, investigadores del Grupo de Investigación en Geociencias Marinas de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona calcularon la cantidad de restos plásticos que las bolas de Neptuno podían atrapar. Y llegaron a la conclusión de que estas egagrópilas pueden llegar a capturar 1.470 pequeños trozos de polímeros por kilo de fibra vegetal. Es decir, mientras se van uniendo estas fibras en el agua, van agregando plásticos que luego devuelven a tierra firme. Y esta limpieza es así, otro rol ecológico de la posidonia que hay que tener en cuenta.

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Un pez abundante en un mar esquilmado

descarga de gerret de un llaüt durante la última Fira des Gerret.CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat

En muy contadas ocasiones se usa el adjetivo sostenible con la exactitud con la que se emplea al hablar de la pesca del gerret, el caramel, un pez que forma grandes cardúmenes a media agua en zonas de arena a poca profundidad, abundante en aguas de las islas y propio del Mediterráneo. De hecho, muchos de los pequeños peces que conforman grandes bancos como el gerret —los que se encuentran en los primeros escalones de la cadena alimentaria de los océanos, tras el plancton— son actualmente los únicos para los que, en justicia, debería utilizarse el ya tan manido epíteto de sostenible. Son especies que a los ecosistemas les cuesta menos esfuerzo crear, que no necesitan largos años para desarrollarse y reproducirse y que lo hacen en grandes cantidades. Por el contrario, no es sostenible, independientemente del arte pesquero que se emplee, la pesca de peces longevos como el mero o la tintorera, que realizan una función clave en las cadenas tróficas costeras pero cuyas poblaciones se han reducido de manera drástica año tras año. Las tres especies citadas pueden pescarse legalmente, pero para la salud del ecosistema no es lo mismo comerse un mero que un gerret

El gerret de artet es el caramel pescado de forma tradicional, con llaüt, y siempre en los mismos puntos de la costa ibicenca, las zonas de bol como es Jondal y Tagomago; fer bol es como se conoce a la acción de pescar el gerret. En la actualidad sólo cinco barcas de la isla se dedican a esta pesca, con redes de hasta 300 metros que se calan al amanecer teniendo en cuenta las corrientes y apenas rozando un fondo marino de arena a menos de 30 metros de profundidad. Sus características, las zonas escogidas y el hecho de que su objetivo sean bancos de peces muy concretos contribuyen también a que esta pesca sea muy selectiva y que sean relativamente pocos los descartes, los ejemplares de otras especies atrapados en las redes. 

Todas estas características del gerret d’artet justifican que el Consell Insular promueva su consumo, que fue muy habitual en las casas ibicencas hace aún dos o tres décadas, y que se organice la Fira des Gerret en Santa Eulària (este año se ha celebrado la octava edición). Hay que explicar que este pez puede encontrarse en los mercados durante todo el año, ya que es atrapado por diversas técnicas pesqueras, incluida la pesca de arrastre, pero sólo puede pescarse con artet desde noviembre hasta finales de abril o incluso hasta mayo, cuando los cardúmenes se acercan a la costa y se encuentran a menor profundidad. 

El gerret —de nombre científico Spicara smaris— es un pez que, buceando, es habitual ver en las praderas de posidonia, en fondos de arena y a más de 10 metros de profundidad. Como tantos otros, cambia de profundidad según cambia la temperatura del agua, de forma que, en verano, se encuentra a mayores profundidades y al llegar el otoño asciende a aguas superficiales y se encuentra, así, al alcance de la flota tradicional. Y también como otras especies, es un animal hermafrodita secuencial proterogínico, lo que significa que una parte de las hembras se transforma en macho en algún momento de su maduración.

LA CLAVE. UN NOMBRE CON PERSONALIDAD

Gerret es una palabra difícil de pronunciar para los que no están familiarizados con ella ni son catalonaparlantes. Así que el nombre tiene mil pronunciaciones y a menudo acaba convertido en charret, xaret o Jared. 

De la sección Coses Nostres de Diario de Ibiza

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El pájaro alicates

En las islas, el escribano triguero, es conocido como sól·lera.CAT

SUB: El escribano triguero nidifica tanto en Eivissa como Formentera y es un ave aún abundante que, sin embargo está perdiendo poblaciones por el uso de pesticidas en la agricultura

Cristina Amanda Tur @territoriocat 

Se acerca la primavera y los machos de escribano ya toman posiciones en las ramas más despejadas de los árboles para hacerse ver y para que su característico trino se pueda oír mejor en los entornos agrícolas a los que esta ave está asociada, en lugares como el pla de Corona y Aubarca o en los campos de cultivo al norte de los estanques de es Codolar, donde está tomada la fotografía. 

Aunque el plumaje grisáceo y pardo del escribano es poco característico, su robustez, su tamaño (relativamente grande) y, sobre todo, su curioso y gran pico, que recuerda a unas alicates, perfectamente adaptado a comer grano, ayudan mucho a su identificación. 

Es un pájaro que canta constantemente, que repite una y otra vez, desde lo alto de alguna rama o alguna valla, un trino especial que suena algo metálico. El biólogo Joan Mayol, en su libro Els aucells de les Balears, señala que recuerda “a un manojo de llaves agitadas”. 

Y en el libro Nacida para volar. Aves de Eivissa y Formentera puede leerse que, en las Pitiüses, esta especie está catalogada como sedentaria reproductora y que durante los meses de invierno se vuelve un ave algo más gregaria de lo que es habitual el resto del año; en ocasiones, incluso crea pequeños grupos para formar dormideros al atardecer. 

El nombre científico de esta ave granívora e insectívora —cuya denominación popular ya indica su preferencia por los granos de cereales– es Emberiza calandra, aunque puede encontrarse citada como Miliaria calandra, una clasificación ya descartada tras haber llegado los expertos a la conclusión de que no existen diferencias sustanciales para separar a este escribano del género de los emberícidos. En las islas recibe el nombre de sól·lera. Puede medir 18 o 19 centímetros (un gorrión común mide casi 15) y los machos son mayores que las hembras, prácticamente la única característica que diferencia a los dos sexos. Además del escribano triguero, en Eivissa puede verse el escribano soteño (hortelà de coll negre), catalogado como sedentario y que no está citado en Formentera.

SEO/Birdlife (la Sociedad Española de Ornitología) destaca en su Guía de Aves de España que esta especie aún es abundante tanto en la Península como en los dos archipiélagos, “a pesar de la intensificación agrícola y los pesticidas”, sus principales amenazas. De hecho, el uso de plaguicidas y herbicidas no sólo está reduciendo las poblaciones del escribano triguero sino que es una auténtica catástrofe para todas las aves de las zonas agrícolas, al igual que lo es para los insectos, y su acumulación en los ecosistemas provoca daños en la salud de numerosas especies, incluido el ser humano. A pesar de ello, las presiones de la agroindustria y su negativa a aceptar las políticas de la Agenda Verde Europea han llevado a la UE a retirar la normativa que preveía reducir en un 50 por ciento el uso  de pesticidas agrícolas. 

LA CLAVE. TODO EL AÑO TRINANDO

El trino insistente del escribano triguero puede escucharse durante todo el año, aunque es mucho más habitual poder disfrutar de él durante la primavera, cuando los machos escogen posaderos elevados y a la vista, en las zonas de campo abierto, y pasan buena parte del día con su metálico canto in crescendo para marcar su territorio.

De la sección Coses Nostres de Diario de Ibiza

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