Las bolas de Neptuno y su mutación

los restos largos son toallitas con fibra de posidonia, colocados junto a bolas de Neptuno (las fibras redondeadas) CAT

Cristina Amanda Tur @territoriocat

Las hojas ya muertas de la posidonia que crean barreras en el litoral no son los únicos restos de la planta que hay que conocer. A las playas llegan también —sobre todo durante los temporales— unos aglomerados de fibras que son popularmente conocidos como bolas de Neptuno. Y para entender cómo se forman hay que tener unas nociones básicas de las partes de la posidonia: esta planta marina tiene un tallo modificado en forma de rizoma del que surgen las raíces y también las hojas. Cuando las hojas caen durante el proceso natural de la planta, al llegar el otoño, sus vainas quedan al descubierto, adheridas a esos rizomas. Con la erosión mecánica —corrientes y olas—, los rizomas van perdiendo las fibras vegetales, que se van enlazando entre ellas y formando esas bolas marrones que llegan a las playas durante todo el invierno, que son esféricas precisamente por esa misma acción erosiva que primero desprende las fibras de las praderas. Ocurre principalmente a partir del otoño y cuando llegan los temporales, y todo ello es parte de la dinámica de las playas de las islas; las egagrópilas de los rizomas de la planta o bolas de Neptuno acaban formando parte de una arena que es mucho más que partículas desagregadas de las rocas, porque también la conforman multitud de restos de diferentes organismos. 

Hasta aquí la parte bonita de la historia. Porque existe una segunda parte, una en la que la intervención contaminante del ser humano ha dado lugar a lo que podríamos llamar una mutación de las bolas de Neptuno, como si un cáncer afectara a los testículos del dios que cabalga sobre las olas. En zonas donde la costa sufre la invasión de toallitas que vecinos irresponsables lanzan a la red de alcantarillado—la bahía de Sant Antoni es el mejor ejemplo en las Pitiüses—, las fibras de posidonia encuentran una estructura a la que adherirse y forman unas ‘egagrópilas mutantes’, mitad fibra sintética mitad fibra orgánica. En toda la costa de la bahía de Portmany pueden encontrarse estos restos de posidonia unida a basura y es habitual que las personas más observadoras que pasean por el litoral se pregunten qué están viendo. Es la evolución de las bolas de Neptuno en la era del Antropoceno. 

Desde la organización Salvem sa Badia han insistido repetidamente en la necesidad de concienciar a residentes y turistas para que no arrojen toallitas (ni otros residuos) por los inodoros. En noviembre de 2022 iniciaron una campaña con pegatinas después de que la red de saneamiento de Caló de s’Oli colapsara por culpa de las intensas lluvias y miles de toallitas fueran vertidas al mar, provocando un desastre medioambiental. Un año después, los residentes siguen sin aprender.

Existe incluso una tercera parte de la historia. Y tampoco es bonita. Sorprendentemente, y a pesar de que la posidonia es una especie protegida que aporta grandes beneficios al ecosistema en todo su proceso, en plataformas de anuncios en internet y webs de tiendas de materiales artísticos pueden encontrarse anuncios de restos de la planta en venta. “Posidonia real seleccionada a mano para decoraciones”, se señala en uno de estos anuncios, “suministro ideal para creaciones de arte alternativo”. Todo resto natural —sea de posidonia o conchas de moluscos— cumple una función muy importante en el litoral, por lo que la mejor opción es dejarlo en su sitio. 

LA CLAVE. ATRAPAPLÁSTICO

En 2021, investigadores del Grupo de Investigación en Geociencias Marinas de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona calcularon la cantidad de restos plásticos que las bolas de Neptuno podían atrapar. Y llegaron a la conclusión de que estas egagrópilas pueden llegar a capturar 1.470 pequeños trozos de polímeros por kilo de fibra vegetal. Es decir, mientras se van uniendo estas fibras en el agua, van agregando plásticos que luego devuelven a tierra firme. Y esta limpieza es así, otro rol ecológico de la posidonia que hay que tener en cuenta.

De la sección Coses Nostres de Diario de Ibiza

Acerca de territoriocat

Cristina Amanda Tur (CAT). Licenciada en Ciencias de la Información y diplomada en Criminología Superior. Compagino periodismo y criminología con la novela policíaca. En periodismo, he pasado de la sección de sucesos (sin abandonarla completamente) a realizar un periodismo divulgaltivo, de temas científicos y sobre el patrimonio natural, histórico, arqueológico y cultural de las islas, con especial atención a la divulgación del patrimonio natural. He publicado una decena de libros. Entre ellos 'El hombre de paja. El crimen de Benimussa', dedicado al cuádruple asesinato que tuvo lugar en Ibiza en 1989, en un ajuste de cuentas del cartel de Medellín.
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